Marco Barahona nació un 9 de abril de 1970, actualmente es Licenciado en Publicidad y Mercadotecnia y profesor de la selección de arte en el Colegio Espíritu Santo.
Ejerce la pintura profesional desde el año 1996, aunque su interés por el arte se remonta a sus años de infancia.
“Los primeros dibujos que ví fueron los de las revistas de cómics, que profusamente llegaron al pueblo donde yo vivía, siendo el único entretenimiento al cual se podía acceder,” …alquilaba una y otra vez la misma revista, hasta que me la pude comprar por 8 sucres“
… una vez al mes, íbamos con toda la familia al cine de Naranjal, recuerdo que las más famosas eran la de Wuang Yu…”, reconoce el artista que estos hechos hicieron que él valorara cada detalle compositivo, lo que se evidencia ahora en su obra.
A veces en las tardes una cara
Nos mira desde el fondo de un espejo;
El arte debe ser como ese espejo
Que nos revela nuestra propia cara.
Me doy cuenta que todos los años que me he dedicado a pintar he hurgado en la estética de la naturaleza, y en mi afán por compenetrarme con sus formas orgánicas y colores siempre desemboco en el estudio de la figura humana.
Vivo el arte como una búsqueda del conocimiento, de la belleza y la verdad. Y ahí es donde me encuentro una vez más metido en mis cuadros, mirándome, traspasando mi cuerpo, analizando los colores de mi conciencia, en una repetitiva batalla por romper los marcos y esquemas impuestos, el artista desnudo, sin adornos, libre de los ismos y vanguardias.
Creo que la figura humana no puede ser excluida jamás de la representación pictórica, por lo menos mientras exista el ser humano en esta tierra, ya que es una fuente de verdad y conocimiento espiritual. Puedo pasearme por la ciudad y encuentro infinitas formas que me revelan la degradación de la condición humana así como lo excelso de los espíritus nobles.
A pesar de que los artistas estamos a expensas de la simpatía del público que es tan caprichosa como el soplo del viento, y que está acostumbrado a evadir el conocimiento de sí mismo, yo en cambio, lo confieso, no tengo el confort de evadirme de mí mismo y reitero con porfía en planteamientos que ahondan mi agitación espiritual.